A menudo, se compara la traducción con un puente que se tiende entre dos idiomas y que une diferentes culturas. Traducir un texto significa hacerlo accesible para la cultura de llegada y transmitirle al lector extranjero, en cierta manera, parte de la cultura de partida. Traducir hacia un idioma también implica adoptar sus códigos lingüísticos, conservar la autenticidad del mensaje y evitar cualquier tipo de interferencia procedente de la lengua de partida. Una persona extranjera difícilmente conseguirá acceder a una cultura determinada si no entiende su idioma, dado que este refleja una parte muy importante de su idiosincrasia. En un mundo en el que el inglés ejerce una hegemonía más que evidente, la traducción se vislumbra como una herramienta al servicio de las culturas gracias a la que estas pueden reafirmar su propio idioma.
El español, al igual que el francés, presenta cada vez más anglicismos en su uso diario, como «hashtag», «freelance», «selfie» o «fitness». Estos préstamos se introducen rápidamente en el idioma y resulta difícil deshacerse de ellos. En España, la Real Academia Española es la que se encarga de decidir si conviene o no incorporar y fomentar el uso de estos vocablos en el lenguaje diario, aunque lo más habitual es que se busque un equivalente ya existente en la lengua española y, en caso de que exista, potenciar su validez frente a la asimilación de anglicismos innecesarios. De este modo, «abstract» pasa a ser «resumen», «short» pasa a ser «pantalón corto», «rafting» pasa a ser «balsismo» y «marketing», «mercadotecnia». Sin embargo, la academia todavía no ha conseguido que muchas de las equivalencias triunfasen y sustituyesen estos anglicismos del lenguaje hablado. Mucha gente opina que son soluciones cuya única finalidad es la de españolizar hasta lo ridículo palabras de origen extranjero que ya gozan de una gran aceptación en nuestro idioma, aunque, al contrario de lo que ocurre en Francia, sí hay un importante sector que apoya esta postura.
Por si fuera poco, la influencia del inglés no solo se hace evidente en el vocabulario, sino también en algunos giros sintácticos. Así pues, son cada vez más frecuentes los calcos en el uso de ciertas preposiciones, como puede ser la sustitución de «durante» por «por» o «dentro de» por «en». Por ejemplo, «In two months, I will have been working here for nine years» podría encontrarse incorrectamente traducido como «En dos meses, habré trabajado aquí por nueve años» cuando en español correcto debería traducirse por «Dentro de dos meses, habré trabajado aquí durante nueve años». Una vez más, al contrario de lo que ocurre en Francia, ni la academia ni cualquier otra autoridad lingüística española permite todavía este tipo de contaminación en el lenguaje.
A pesar de todo, si se compara nuestro panorama con el de Francia, incluso se podría decir que la presencia de anglicismos en nuestro lenguaje diario es prácticamente anecdótica. Mientras que aquí la academia se esfuerza por españolizar dichos vocablos en la medida de lo posible e incorporar únicamente los estrictamente necesarios, las autoridades lingüísticas francesas son más permisivas y, aunque también proponen equivalentes franceses, rara vez se llevan a la práctica por considerarlos demasiado chovinistas. La diferencia entre ambas culturas se puede observar, sin ir más lejos, en el tratamiento de los títulos de las series americanas que llegan a nuestros países. Por poner algunos ejemplos, Anatomía de Grey es Grey’s Anatomy en Francia y Mujeres desesperadas queda como Desperate Housewives, por lo que se puede deducir que existe una tendencia generalizada en Francia por conservar los títulos originales. En algunos casos, incluso se ha llegado a sustituir el título original por otro en el mismo idioma, como es el caso de Army wives, que curiosamente en España se ha optado por no traducir, pero que en Francia se conoce por American wives. Sorprendente, ¿verdad? La principal razón por la que se ha optado por esta opción es que el adjetivo «American» ya se ha convertido en una especie de referencia comodín que resulta totalmente familiar y aceptable para el público francés. Aun así, quizás hubiese resultado más sencillo proponer una traducción en francés como se hace de forma sistemática en Quebec, la región francófona de Canadá. ¿Acaso en Francia se toma el francés por algo mucho menos cool que el inglés? Al menos, eso es lo que debe de pensar una gran parte de las distribuidoras que se encargan de promocionar películas americanas en Francia.
En España, aunque cada vez es más habitual ver títulos de series y películas anglosajonas sin traducir, sí es cierto que existe una cierta voluntad por traducir lo máximo posible. Un ejemplo claro podría ser la canción de la cabecera de El príncipe de Bel-Air, cuya traducción se ha considerado necesaria, ya que cuenta la historia del protagonista de la serie. En Francia, como ya se puede imaginar a estas alturas, se ha conservado la cabecera original.
En conclusión, podría decirse que, de momento, la defensa del idioma en España sigue siendo una realidad, mientras que en Francia los anglicismos ganan cada vez más terreno en el idioma nacional.
Redacción / Revisión : Stéphanie Pénavère & Estefanía Pedrosa